En otro momento de mi vida, pasé incontables horas entre los postes como portero, soñando con convertirme en futbolista profesional. Ese sueño no llegó a cumplirse por completo, pero tuve la suerte de disfrutar del juego a un nivel competitivo durante muchos años.
El fútbol, en aquel entonces, no era glamuroso. Entrenar dos veces por semana por la tarde, muchas veces en campos embarrados y bajo lluvia, viento o frío, era duro, pero formaba una parte fundamental de mi vida.
Mirando atrás, esos años me dejaron algunas de las lecciones más valiosas sobre las personas, el trabajo en equipo y lo que hoy llamamos engagement de empleados.
Disciplina
El fútbol exigía disciplina: acudir a los entrenamientos, superar el dolor de la pretemporada, seguir las tácticas y levantarse rápidamente después de un mal resultado o un rendimiento deficiente. Esa misma constancia es esencial en el trabajo. Los empleados se implican más cuando los líderes crean un entorno donde se entiende la visión, se sabe qué se espera de cada uno y se confía en que las normas se aplican de manera justa. La coherencia genera confianza, y la confianza impulsa el compromiso.
Trabajo en equipo
Como portero, no podía ganar un partido por mí mismo. Dependía de los defensas para proteger la portería, de los centrocampistas para controlar el juego y de los delanteros para marcar los goles. Cada rol era importante, aunque no estuviera en el centro de atención. El engagement en el trabajo funciona igual: florece cuando las personas sienten que su contribución es valorada y pueden ver cómo su labor conecta con un propósito común. Si algún miembro del equipo se siente aislado o poco valorado, el rendimiento global se ve afectado.
Voz
No se trataba solo de detener balones. Desde mi posición en el campo tenía una visión única del juego: podía anticipar las carreras de los rivales o detectar los espacios que dejaban nuestros defensas. Mi tarea era comunicar, guiar y mantener al equipo alerta, a veces marcando la diferencia entre ganar y perder. En el entorno laboral ocurre lo mismo: quienes están más cerca de la acción suelen identificar primero los riesgos o las oportunidades. Los mejores líderes escuchan, involucran y empoderan a su equipo para que se exprese.
Liderazgo
Algo que siempre recordaré es el impacto del entrenador, los técnicos y el capitán. No se trataba solo de definir la táctica: nos inspiraban a dar lo mejor de nosotros, animaban a cada jugador y eran referentes a seguir. Ver cómo motivaban al equipo me enseñó que el compromiso es contagioso. Cuando las personas se sienten apoyadas, respetadas y guiadas por alguien en quien confían, dan un paso al frente, asumen responsabilidades y rinden al máximo.
A lo largo de mi carrera, estas lecciones me acompañaron. Apoyé a equipos que tomaban la iniciativa de identificar y resolver sus propios retos. Ver cómo asumían responsabilidades, aportaban energía a las ideas, proponían soluciones y desarrollaban sus habilidades me recordaba aquellos momentos en el campo en los que todo encajaba y todos cumplían su papel.
Para mí, el compromiso de los empleados nunca ha sido un programa ni una encuesta. Se trata de crear las condiciones en las que las personas se sienten valoradas, apoyadas y desafiadas; donde se preocupan por la misión y comprenden su papel en alcanzarla. Igual que en el fútbol, el engagement no garantiza la victoria, pero da al equipo la mejor oportunidad de lograrla.
Por eso sigo tan apasionado por el engagement de empleados y el impacto que puede tener en el mundo laboral. Ya sea en el campo o en una organización, el éxito llega cuando las personas están involucradas, comprometidas e inspiradas para dar lo mejor de sí mismas.
¿Qué lecciones has aprendido tú del deporte u otras aficiones fuera del trabajo que hayan influido en cómo creas un entorno laboral efectivo?



